miércoles, 19 de noviembre de 2014

"Interstellar", Christopher Nolan (2014)

Cuando nos disponemos a ver un filme de ciencia ficción ambientado en el espacio, bien puede suceder que nos veamos inmersos en una experiencia plagada de acción que surge del viaje a galaxias lejanas en las que conviven seres de diversas procedencias y combaten por hacerse con el control del universo. Pero cuando un largometraje de dicho género está dirigido por un director como Christopher Nolan, sabemos que nos enfrentamos a un material en el que vamos a estar en constante tensión durante algunas horas, pues si por algo reconocemos a este director es, sobre todo, por jugar con nosotros los espectadores al ofrecernos una experiencia fílmica basada en dimensiones que nosotros, como seres humanos, todavía no hemos podido explorar.


En Interstellar, Nolan nos invita a seguir muy de cerca a Cooper (Matthew McConaughey), el encargado de salvar nuestro planeta cuando éste está a punto de expirar a causa de la falta de alimentos y la aparición de una sequía que causa graves problemas de salud en la población. Para ello, nuestro protagonista viajará al espacio (junto a una escasa pero entregada tripulación) por tal de encontrar nuevos sistemas habitables. Por desgracia, este destino les obligará a hacer frente a fenómenos espaciales prácticamente desconocidos para la ciencia, como por ejemplo los agujeros de gusano, dado que son el único modo de acceder a una posible solución para la humanidad.

Desde sus inicios, con largometrajes como Memento (2000), Nolan ha conseguido hacer de sí mismo un director con unas ideas muy concisas sobre cómo hacer cine y, como era de esperar, Interstellar no es una excepción: A lo largo del filme el espectador puede encontrar aquellos rasgos que caracterizan su filmografía. En primer lugar, cabe destacar el ya conocido juego que al cineasta inglés le gusta llevar a cabo mediante la introducción del espectador en dimensiones que enredan los sentidos y obstaculizan la razón en el camino mediante el cual una pregunta intenta obtener respuesta. En Origen (2010) esta dimensión fueron los sueños y todos los que la vimos podemos recordar aquella última escena en la que una peonza nos abría nuevas dudas. Ahora, Nolan nos sumerge en una realidad en la que el tiempo no corre de la forma a la que estamos acostumbrados y, ciertamente, este es uno de los rasgos más destacables del filme, creador de tensión mediante el uso de acciones que suceden de forma paralela (otro de los aspectos nolanianos) y de un desarrollo argumental muy interesante. Asimismo, tampoco faltará la clásica carga moral con la que Nolan hace de las acciones que los personajes llevan a cabo decisiones cruciales tanto para ellos mismos como para los demás, creando una cierta sensación de empatía que involucra (aún más) al público en el desarrollo de acontecimientos.


Pero a pesar de encontrarnos con los rasgos típicos del cine de Nolan, Interstellar también guarda un potencial enorme en su fotografía (un hecho que quizás no esperemos de un director que pone más énfasis en el montaje y el argumento). A muchos os parecerá obvio que uno de los puntos destacables de un filme de ciencia ficción recaiga en este campo debido al uso de efectos especiales y a la creación de paisajes espaciales, pero el caso es que la fotografía que encontramos en este filme no está destinada a mostrarnos bellos e increíbles escenarios (únicamente), sino que expone largos planos del espacio de una forma muy natural (silencioso, estático, solemne…), dejando tiempo al espectador para reflexionar sobre lo que está viendo de forma plácida a la vez que impactante. Puede que a muchos no os acabe de convencer esto último, pero tranquilos, porque si algo le gusta a Christopher Nolan es dejar que todo lo importante suceda en el último instante de una forma frenética.

lunes, 20 de octubre de 2014

"Open Windows" (2014), Nacho Vigalondo.

Hoy en día las nuevas tecnologías han convertido nuestro entorno en un lugar donde la privacidad reside únicamente en nuestro cuarto de baño. La gran mayoría de los dispositivos que utilizamos en nuestro día a día poseen cámaras con las que capturar cualquier instante, exponiéndonos a ser observados por cualquier individuo que haya reemplazado su falta de respeto por la intimidad por conocimientos informáticos avanzados.


Nacho Vigalondo presentaba este 2014 Open Windows, un filme que sustituye las cámaras del cine convencional por las que poseen los smartphones y demás dispositivos similares, teniendo como resultado un largometraje que muestra un gran dinamismo, gracias a una reforzada idea de simultaneidad conseguida a través del uso de múltiples planos que provienen de un mismo medio: la pantalla de un ordenador. Cabe destacar que la idea de Vigalondo de hacer uso de las nuevas tecnologías no es ninguna novedad (el pasado año 2013 descubríamos Hooked Up en el Festival de Cine de Sitges, una película rodada íntegramente con un teléfono móvil), pero si es cierto que dentro del estilo es un material que presenta un minucioso trabajo de montaje que consigue elevar el filme al nivel de cualquier thriller.

El relato se abre de forma ingeniosa, haciendo uso del recurso de “filme dentro del filme”, al mostrarnos una secuencia que forma parte del evento promocional de un largometraje, con la peculiaridad de parecer estar manipulado por alguien que captura instantes del fragmento en cuestión mediante un ordenador. Ese alguien es Nick Chambers (Elijah Wood), un joven obsesionado con la actriz protagonista, Jill Goddard (Sasha Grey), que gestiona  una web con fotografías suyas desde la habitación de un hotel. Más tarde descubriremos que Nick es el ganador de una cena con Jill, pero cuando ésta decide suspender la cita, un misterioso personaje llamado Chord (Neil Maskell) se comunicará con nuestro protagonista mediante videollamadas para sumergirle en un enfermizo juego sin límites.

A pesar de que resulta extraño que sea la pantalla de un ordenador el punto de vista básico a lo largo del filme (en especial para aquellos que aún no la habéis visto), cabe destacar que se trata de uno de sus puntos fuertes, ya que otorga al filme la capacidad de mostrarnos diversos puntos de vista en una sola imagen, a partir de las diferentes ventanas que se abren en el ordenador de Nick, dándole al espectador la posibilidad de elegir qué punto de vista es el más adecuado para cada situación. De modo que, al fin y al cabo, no es sólo el director quién selecciona lo que el público observa, sino que le ofrece varias opciones y la posibilidad de escoger, lo cual resulta interesante para un filme en el que la mayor parte del peso recae en la faceta visual (sobre todo en aquellas escenas que pretenden limitar la información del espectador mediante la supresión de un punto de vista crucial).

Pero desgraciadamente la originalidad que guía al filme hacia un argumento interesante, se ve afectada por los acontecimientos que nos reserva el final del relato, que pondrán a prueba la atención de los más despistados y el criterio de aquellos a los que, como a mí, les resulte un tanto rebuscado (aunque igualmente ingenioso), rompiendo, en cierta medida, con el encanto que mostraba la primera parte del metraje.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             

martes, 7 de octubre de 2014

"Il Gattopardo" (1963), Luchino Visconti.

Pensar en Italia implica, inevitablemente, pensar en toda una tradición artística y literaria dedicada a la búsqueda de la belleza, ya sea en un lienzo o en un verso. Y aunque con el tiempo el arte ha ido cambiando sus formas, el espíritu poético italiano se ha mantenido siempre tan sólido que sería difícil  no detectar un cierto atisbo de su tradicional carácter pasional en un vehículo artístico como el cine.

Luchino Visconti, nos brindaba a principios de los años sesenta “Il gattopardo”, una de las grandes piezas del cine italiano que, gracias a la combinación de la perspectiva histórica y la reflexión filosófica con la presencia del más intenso romance, se ha convertido en un filme indispensable para todo amante de las grandes obras de la historia del cine.

Basada en la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el filme, contextualizado en la conflictiva Sicilia del siglo XIX (Garibaldi y los camisas rojas), nos narra cómo el Príncipe Don Fabrizio Salina (Burt Lancaster) y su familia se ven obligados a abandonar su residencia para refugiarse en Donnafugata, un pequeño pueblo que vive aislado de la realidad común del país. Una vez allí, su sobrino Tancredi (Alain Delon), se enamorará de Angelica (Claudia Cardinale), la hija del alcalde, lo cual traerá consigo numerosos tratos y relaciones de poder entre éste último y el protagonista del filme, que poco a poco se dará cuenta de cómo el mundo que él conocía está cambiando.  


“Il gatopardo” es un filme que no tiene prisa, se desarrolla paulatinamente sin la necesidad de un clímax demoledor que concluya definitivamente el argumento. Y ahí es donde recae el potencial fílmico: Visconti trata el filme con sutileza, llevando a cabo un montaje que guarda tras lo visible su auténtica esencia, razón por la cual exige al espectador una mirada atenta que no se conforme con resumir en la mente lo que ha visto, sino que, por el contrario, indague en la mente de Fabrizio Salina por tal de descubrir el mensaje que el filme pretende transmitir.  


El largometraje toma un pedazo de la memoria de Italia para combinar el valor histórico con un relato ficcional que disecciona la vida del protagonista de forma minuciosa, teniendo como consecuencia la creación de un filme en el que se ponen en juego escenas de géneros diversos que van desde el cine bélico, hasta el drama y el romance, todos ellos tratados con belleza y elegancia. En definitiva, todo un conjunto de rasgos que tienen como resultado un filme cargado de reflexiones que nacen de la mente de un personaje influenciado, probablemente, por su creador.

lunes, 22 de septiembre de 2014

"Vértigo (De entre los muertos)" 1958, Alfred Hitchcock


Alfred Hitchcock es uno de esos directores que no necesita presentación. Considerado el maestro del suspense, este personaje de característica silueta llenó la historia del cine con un amplio abanico fílmico, que destacó por su carácter innovador a la hora de introducir técnicas narrativas de gran importancia en aquellos largometrajes que pretenden esconder al espectador una información clave.

Estrenada en 1958, Vértigo es un claro ejemplo de cómo el director hace de un filme un paseo por un camino lleno de sobresaltos, gracias a la limitación de la información. Pues si por algo destaca este largometraje es, precisamente, por su incesante creación de falsas apariencias que evitarán que el espectador pueda sentirse cómodo respecto a lo que está por suceder.


El filme se abre con la tensa persecución que lleva a cabo el detective Scottie Ferguson (James Stewart) por las azoteas de la ciudad de San Francisco. Pero la acrofobia de éste y el la caída al vacío de su compañero, llevarán a nuestro protagonista a abandonar su trabajo. Es entonces cuando un viejo conocido de Ferguson contactará con él para contratarle como detective privado con la misión de vigilar a su esposa Madeleine (Kim Novak), la cual está sumida en una melancolía que parece guiarla, directamente, hacia la muerte. A partir de aquí, Scottie acabará obsesionándose con el caso, y con Madeleine, al no saber realmente qué misteriosa incógnita gira a su alrededor.


Vértigo, dentro de la obra de Hitchcock, es un expositor de efectos audiovisuales y recursos novedosos con los que da nuevo enfoque a su filmografía y, sobre todo, al cine de suspense. Un buen ejemplo es la clásica escena con la que se muestra el pavor a las alturas del protagonista mediante el juego que se lleva a cabo con el zoom de la cámara. Pero si por algo destaca la creación del maestro del suspense, es por su capacidad narrativa a la hora de crear relatos que se renuevan durante el largometraje, provocando la supresión de un primer elemento motor por otro que adquiere más importancia dentro del argumento y llevando el desarrollo de los acontecimientos hacia rumbos para nada esperados.

Siguiendo con el estilo personal de Hitchcock, cabe destacar también la presencia de escenas que adornan la historia con rasgos típicos de otros géneros cinematográficos (romántico, por ejemplo), contribuyendo  a la creación de un argumento que no se hace pesado gracias a un dinamismo que reaviva la llama de la incertidumbre que caracteriza a un largometraje cuyo final no se puede predecir fácilmente.

En definitiva, un filme convertido en clásico gracias a un argumento sólido y complejo, ejecutado con una técnica narrativa que no tiene nada que envidiar al cine de hoy en día.


sábado, 13 de septiembre de 2014

"Spring Breakers", Harmony Korine (2012)



Harmony Korine (conocido por su trabajo junto a Larry Clark en Kids (1995) y Ken Park (2002)), presentaba el pasado 2012 Spring Breakers, filme escrito y dirigido íntegramente por él con el que continua su característico punto de vista sobre el mundo adolescente. Esta vez, Korine nos invita a un viaje hacia las vacaciones de primavera americanas, un destino en el que se aloja el estilo de vida más habitual de los jóvenes de hoy en día.

Candy, Brit y Cotty (Vanessa Hudgens, Ashley Benson y Rachel Korine, respectivamente) son tres adolescentes que, cansadas de sus vidas como estudiantes, deciden evadirse viajando a Florida, el principal foco del Spring Break, para dejarse llevar por el espíritu joven y la locura. A ellas se unirá Faith (Selena Gomez), que a diferencia de las demás se muestra mucho más inocente y reservada. Pero lo que debía ser un viaje inolvidable se acabará convirtiendo en una experiencia turbia cuando, tras ser arrestadas por la policía, nuestras protagonistas son puestas en libertad con la ayuda de Alien (James Franco), un tipo con el que muy pocos querrían tener algo que ver.

El filme se organiza mediante el relato cronológico de las “aventuras” que las cuatro chicas vivirán hasta llegar a su destino. No obstante, este desarrollo aparentemente lógico se ve afectado por un montaje que, a mi parecer, es uno de los aspectos más destacables del largometraje. Korine lleva a cabo un uso notable de planos de corta duración y saltos temporales que oscilan entre lo que está sucediendo y lo que está por suceder, creando una experiencia audiovisual que refuerza el punto de vista de las desenfrenadas vidas de las protagonistas. No obstante, puesto que dicha técnica es la base principal del montaje del filme, en ocasiones éste resulta algo denso para el atento receptor, que se puede perder entre oscilaciones temporales. También cabe destacar la estética pop (en su faceta más bizarra) y el abundante uso de recursos musicales, que construyen una faceta visual que hace brillar al largometraje como letras de neón en la oscuridad.




En definitiva, Spring Breakers es uno de esos filmes cuya apariencia previa capta la atención del espectador por su aspecto extravagante, para más tarde cautivarle con un argumento construido a partir del habitual punto de vista crítico sobre el mundo adolescente de Harmony Korine.

jueves, 14 de agosto de 2014

"Quemar después de leer" (2008), Joel y Ethan Coen

Bajo el lema “La inteligencia es relativa”, los hermanos Coen nos traen Quemar después de leer, una curiosa historia en la que se ponen en juego elementos como el poder de la información, la privacidad y la posibilidad de enriquecerse a través de éstos. No obstante, este filme de apariencia severa se desarrolla de una forma ciertamente cómica, a través de unos personajes pintorescos que construyen situaciones ridículas y que harán de un argumento basado en el crimen un largometraje similar a Snatch: cerdos y diamantes (Guy Ritchie, 2000).



Todo empieza con el despido de Osborne Cox (John Malkovich), un agente de la CIA cuya adicción a la bebida ha alarmado a sus superiores. Por otro lado, su desconfiada mujer Katie (Tilda Swinton), preocupada por el futuro día a día de su marido, decidirá espiarle con la ayuda de un incompetente abogado para reforzar sus argumentos a la hora de pedirle el divorcio y no salir económicamente maltrecha. A partir de ese momento, una cadena de inoportunos sucesos provocarán que parte de la información confidencial de Osborne caiga en manos de dos incompetentes trabajadores de un gimnasio que pretenden beneficiarse a costa del ex-agente de la CIA.

Uno de los puntos destacables de Quemar después de leer es la técnica narrativa mediante la cual el filme lleva a los personajes a perder el control que tenían sobre sus vidas a causa de su naturaleza egoísta, creando múltiples incógnitas sobre el desarrollo de acontecimientos futuros. No obstante, este aspecto también es un problema para el espectador, que se ve inmerso en un argumento quizás demasiado enredado a causa de una constante limitación de la información. De todas formas, cabe destacar la elección de unos personajes acertados, con personalidades muy diferentes, que dan cuerda a un filme que pretende crear un final inesperado.

En definitiva una película diferente, que entretiene a la vez que divierte gracias a la combinación de dos géneros muy distintos y a la creación de un argumento que implica al espectador como cómplice de una historia cuyo final no deducirá fácilmente.


martes, 12 de agosto de 2014

"Under the Skin", Jonathan Glazer (2013)


Muchas veces acudimos al cine con la tranquilidad que el género nos da a la hora de escoger un filme. No obstante, ante un panorama cinematográfico tan amplio como el que tenemos hoy en día, en ocasiones resulta difícil evitar ser víctima de rarezas visuales que rompen nuestras expectativas. Ese es el caso de Under the Skin, un largometraje en el que el director  Jonathan Glazer, lleva a cabo una curiosa mezcla de terror, ciencia ficción y drama (en ese orden, por cierto).



La película se abre con una secuencia abstracta, tanto visual como auditiva, que combina los efectos visuales propios de una ficción futurista, el inquietante sonido de un instrumento de cuerda típico del cine de terror y unas pruebas vocales que ilustran la idea de la creación de un ser monstruoso. Para nuestra sorpresa, ese ser es Scarlett Johansson, que con la ayuda de un motorista del que tampoco sabemos nada, se convertirá  en una habitante más de Escocia. A partir de aquí, el filme tomará un rumbo desconocido, con una protagonista que va en busca de hombres solitarios con un fin que ni el propio espectador espera.


Uno de los puntos fuertes de Under the Skin es su montaje. Glazer construye un filme basado en la sutilidad más absoluta a partir de elisiones temporales y escenas metafóricas que provocan en el espectador una enorme inquietud a partir de técnicas narrativas habituales en el thriller y el cine de terror. No obstante, no podemos pasar por alto cómo, poco a poco, el proceso de humanización que la protagonista sufrirá al estar expuesta a nuestro mundo, convertirá el largometraje en un drama que tratará aspectos como las apariencias o la vulnerabilidad de la mujer, entre otros.



Todo este conjunto de componentes hacen de Under the Skin una película inusual que, a pesar de que en un principio pueda dar la impresión de que todo acabará en un fracaso, sorprenderá a todo aquel que busque en la gran pantalla (e incluso en la pequeña) un material diferente, que rompa con las convenciones habituales del género cinematográfico.

jueves, 24 de julio de 2014

"Caché", Michael Haneke (2005)

Filme del cineasta austríaco Michale Haneke que saca a la luz, al igual que la mayor parte de su filmografía, lo peor del comportamiento humano de nuestro tiempo. A través de un montaje que juega con la mirada atenta del espectador y de un argumento profundo que se desarrolla de forma paulatina, Caché es uno de esos largometrajes que no deja indiferente a nadie.


Daniel Auteuil encarna a Georges Laurent, un hombre de edad adulta que vive plácidamente en el centro de París con su mujer Anne (Juliette Binoche) y su hijo Pierrot (Lester Makedonsky) hasta que, en un momento dado, su acomodado día a día se ve invadido por la llegada de unas cintas de vídeo que contienen largas tomas del exterior de su casa. A pesar de que este hecho es entendido por la familia como una broma pesada (lo cual nos recuerda a Carretera Perdida de David Lynch), poco a poco la llegada de grabaciones se convertirá en un problema para la familia Laurent, pues las imágenes irán adquiriendo un carácter cada vez más personal respecto al protagonista. Hasta este punto el filme configura un argumento que se ve arrojado al más puro thriller psicológico, pero si algo caracteriza a Haneke es su retórica a la hora de convertir un largometraje en un ensayo filosófico.

A medida que avanza el filme, la vida que Georges Laurent creía tener controlada y asegurada sobre una base económica y social, se ve asediada por la presencia de Majid (Maurice Benichou), el protagonista de un capítulo de la infancia de Georges que éste había enterrado en el olvido. Esta relación pondrá en jaque a Georges, que creía tener una imagen pública beneficiosa para él y su familia, pues las incesantes grabaciones de su vida personal le harán dudar (al igual que al espectador) de todos los que le rodean y de hasta qué punto tiene el control de su privacidad.




El filme, en definitiva, pondrá sobre la mesa conceptos como la surveillance, la memoria histórica o la frialdad con la que el hombre trata de enterrar sus crímenes, a partir de un proceso metonímico que comparará el argumento de Caché con la historia de Francia durante el conflicto colonial franco-argelino. 

lunes, 7 de julio de 2014

"Dogville" (2003), Lars von Trier


Primera parte de la trilogía “Estados Unidos: tierra de oportunidades” del director Lars von Trier, que cuenta la historia de un pequeño pueblo alejado de la ciudad cuyos habitantes parecen haber construido una comunidad agradable. Nicole Kidman encarna a Grace, una joven de aspecto inocente y bondadoso que huye, atemorizada, de unos gánsteres y pide a los pueblerinos de Dogville que la ayuden a ocultarse de ellos durante un tiempo. Gracias a la ayuda de Tom Edison (Paul Bettany), un joven cuyo interés por la filosofía pretende hacer del pueblo y sus habitantes un lugar mejor, Grace conseguirá ser aceptada por la comunidad, aunque poco a poco el pueblo de Dogville mostrará su cara oculta y hará pagar a la protagonista un precio muy alto a cambio de ocultarla.


Dogville expone al espectador un filme que rompe con la faceta visual convencional del cine, mediante el uso de técnicas propias del teatro como el uso de un decorado que sugiere la presencia de un espacio determinado, la organización del filme en capítulos y la presencia de un narrador que acerca al espectador a la psicología de los personajes. Este hecho, junto a un ritmo sosegado, contribuye a la construcción de un filme cuyo potencial recae en un guión cargado de fuerza emocional, que contribuirá a que el espectador sea partícipe de la historia de la protagonista, pues a lo largo del relato Grace se verá afectada por el abuso psicológico de los habitantes de Dogville (entendido como moneda de cambio por el favor que el pueblo le hace al acogerla). En ese sentido, von Trier construye un entramado de personajes con una profundidad psicológica absoluta, que poco a poco se desnudan mentalmente hacia el espectador, mostrando su auténtica personalidad.

Von Trier es especialista en colocar a sus personajes en situaciones límite (véase Rompiendo las olas), con el objetivo de proponer reflexiones morales ­que serán decisivas para que sus personajes (protagonistas especialmente) puedan cerrar sus problemas de forma definitiva para acabar con el tormento que les producen. En Dogville, Grace deberá establecer diferencias entre el bien y el mal, para decidir qué futuro será adecuado para una sociedad que ha abusado de su bondad y la ha convertido en una persona fría.




Por último, no debemos pasar por alto que Dogville no es sólo un filme de reflexiones morales, pues se trata de un material que expone un punto de vista personal y crítico sobre la historia de los Estados Unidos junto a los otros dos filmes que forman la trilogía: Manderlay (2005), que llevará a Grace a una de las últimas plantaciones sureñas en las que la esclavitud sigue vigente, viéndose obligada a acabar con tal injusticia; y Washington, que personalmente espero que se estrene pronto.

lunes, 23 de junio de 2014

"La cinta blanca" (2009), de Michael Haneke.

Filme muy interesante sobre la historia de un pequeño pueblo protestante  de Alemania  en el que se producen, bajo total anonimato, una serie de sucesos que giran entorno al secuestro y tortura de sus habitantes.


El profesor de la escuela del pueblo (Christian Friedel) nos narra cómo cambió la historia de la localidad en la que vivía años atrás, cuando un día el doctor del lugar (Rainer Bock) es víctima de lo que parecía ser una broma pesada que le obliga a alejarse de su hogar para ir a la ciudad y recibir asistencia médica. Desde entonces, el pueblo se verá inmerso en un proceso de castigo periódico que afectará a todas las esferas sociales de la villa. 

El argumento lleva a cabo un repaso de las vidas de las diversas familias del pueblo, durante el desarrollo de los inquietantes sucesos, mediante un ritmo lento y repleto de detalles que servirán al espectador a la hora de configurar su veredicto acerca de la identidad del culpable. Además, a través de la narración, Haneke desplegará sus reflexiones más habituales, haciendo uso de la retórica visual para llevar a cabo un ensayo sociológico sobre la maldad humana en un entorno cerrado, y con posibilidad de ocultar los secretos más turbios. En ese sentido, bien se puede relacionar el filme con Dogville (2003) de Lars von Trier, aunque el material del cineasta austríaco muestra un punto de vista más cercano al thriller.




El largometraje no dejará de lado la presencia elementos del mundo hanekeano como la violencia, pues configura el motor argumental del filme, así como su carácter ensayístico (al estilo de Caché); la moralidad y la ética; y la aparición de los niños como personajes que han perdido su inocencia y son el origen de una maldad cruel, fruto de una sociedad que ha perdido los valores éticos más básicos (tal y como vemos en Benny’s Video). También el contexto histórico es un aspecto relevante dentro del argumento, pues la historia se sitúa a las puertas de la Primera Guerra Mundial (asesinato del archiduque Francisco Fernando), un acontecimiento que ajetreará, aún más, el ambiente del pueblo.

Finalmente, el filme culminará al más puro estilo de Haneke: dejando aspectos esenciales sin explicación, como medio para incentivar la reflexión del espectador. No obstante, existen detalles con cierta simbología que el director pondrá a disposición del público a la hora de desvelar los secretos de La cinta blanca.











lunes, 26 de mayo de 2014

"Nebraska", Alexander Payne (2013)



Dirigida por Alexander Payne, Nebraska es, bajo mi punto de vista, uno de los mejores filmes que nos dejó el pasado 2013. A través de escenas en blanco y negro, un ritmo paulatino y una fotografía muy bien cuidada (y muy bien acompañada, por una banda sonora genial), el largometraje nos presenta una historia sobre la esperanza que perdura en una mente castigada que se enfrenta a sus últimos años sin nada que perder.

Woddy Grant, el protagonista del filme, es un anciano que entregó su vida a la bebida, olvidando por completo a su familia y convirtiéndose en alguien que se preocupa únicamente por sí mismo. Un día, Woody recibe una carta en la que se le notifica que es el ganador de un premio millonario, de veracidad dudosa para todo el mundo excepto él, que podrá recibir presentándose en las oficinas que la empresa tiene en Nebraska. Con un elemento motor basado en la posibilidad de cambiar su vida por completo, Woody decide emprender su viaje a pie (ya que no tiene permiso de conducir), dejando atrás una familia que le trata como a un loco.

Las primeras imágenes del filme, con un humor conseguido a través de la ridiculez de la situación, nos muestran a un iluso anciano que camina lentamente por una autopista y que es detenido, rápidamente, por la policía. Mediante este suceso, de la misma forma que el espectador, su hijo David conoce el propósito poco racional de su padre e insiste en que lo olvide. Pero la testarudez de Woody y la desesperación de David ante el asunto, harán que éste último acompañe a su padre en un viaje de varios días a través del país en el que crearán el vínculo padre-hijo que el egoísmo de Woody nunca permitió florecer.





Uno de los puntos fuertes de Nebraska es el carácter ambiguo de su género. Es lógico que la historia narrada a lo largo del metraje esté destinada al drama y, de hecho, así se presenta el filme ante el espectador. No obstante, a lo largo del filme son muchas las escenas que provocarán la hilaridad del espectador, a partir del comportamiento alocado de Woody y de diálogos con personajes peculiares que convivirán con nuestros protagonistas durante su estancia en el pueblo natal de Woody (Hawthorne), donde David conocerá a su verdadero padre a través de su pasado.

Mediante un largo viaje, el filme nos llevará por paisajes infinitos (que la fotografía no pasa por alto) hacia un destino desconocido que a pesar de su sombrío aspecto no evitará que David y el espectador deseen con todas sus fuerzas que el premio que Woody parece haber recibido sea auténtico. 

jueves, 22 de mayo de 2014

Welcome to the Dollhouse, Todd Solondz (1995)


Todd Solondz, ese director maldito y generalmente conocido por una obscenidad que se ha convertido en su propia maldición, es casualmente uno de los autores que mejor sabe reflejar nuestra sociedad. Su obra es un enorme repertorio de documentales (artísticos) acerca de personas que no descubren el modo de encajar en un mundo en el que los valores más básicos se han perdido y en el que la hipocresía y la pura apariencia se han apoderado de una sociedad que esconde su perversión (tal y como vemos en Happiness (1998), donde un padre de familia ejemplar, que se muestra amable ante sus conocidos, resulta ser un completo pederasta). Welcome to the Dollhouse, sin propósito alguno de convertirse en una excepción, nos presenta la historia de Dawn Wiener, una adolescente que sufrirá las consecuencias de estudiar en un instituto en el que una reputación extremadamente superficial es la principal preocupación de los alumnos.

Dawn es una chica tímida, inocente y poco agraciada, lo que la convierte en una presa fácil entre los muros del instituto, aunque cuando llega a su casa la tortura todavía no ha terminado. La protagonista vive con sus padres, su hermano mayor Mark, que destaca por ser un chico inteligente y estar en una banda de rock, y su hermana pequeña Missy, considerada por su madre una gran bailarina. Ambos hermanos tienen ambiciones y cualidades que hacen felices a sus padres, pero Dawn, en cambio, no destaca por nada, no tiene ninguna afición, ni una gran inteligencia, de forma que se ha ganado el desprecio de sus propios padres. Ante tal situación, Dawn construye una cabaña en su jardín en la que se reúne con su vecino (más pequeño que ella y discriminado por su apariencia homosexual) para evadirse de su cruda vida y que recibe el nombre de “special people club”.

La vida de Dawn es un continuo tormento y poco a poco aprenderá que si quiere encontrar su lugar deberá actuar como los demás, desobedeciendo a sus padres, deshaciéndose de su único amigo para no rebajar su imagen e intentando encontrar el amor. En este último asunto, Dawn verá como el amor ideal (que siente por Steve, guitarrista del grupo de su hermano) es algo que no le corresponde por mucho que se esfuerce y se convierta en una muñeca hinchable al servicio de un joven fogoso, y tendrá que conformarse con las amenazas de violación que recibe de un rebelde de su instituto, descubriendo que no hay nada que pueda hacer para ser tratada como se merece. Agotada por tanta humillación, Dawn llevará a cabo su venganza personal contra su familia, aunque finalmente su carácter no le permitirá soportar sus remordimientos y volverá a su cruda realidad.


Son muchos los largometrajes que giran entorno a esta temática, dando un punto de vista dramático y muy emocional, con el propósito de conmover al espectador. Solondz, en ese sentido, ofrece una visión diferente, tratando el filme con toques sutiles de humor (muy crudo) que convierten el drama en un patetismo hilarante a partir de su capacidad de satirizar la sociedad a partir de elementos arquetípicos: el instituto de Dawn Wiener es un exponente increíble de la vida adolescente americana (insultos en las taquillas, fiestas a las que sólo asisten los más populares, madres que quieren que sus hijas sean bailarinas y destaquen entre las demás, etcétera). En definitiva, a pesar de que el filme nos muestra y critica un problema social, da un punto de vista que se basa en un humor satírico, que refleja la frialdad con la que tratamos problemas relevantes.


A lo largo del filme, Dawn intentará crear una imagen de sí misma basada en su insistencia por crecer antes de tiempo, intentando mostrarse ante el mundo como alguien que debe ser respetada por una madurez aparente. No obstante, la crueldad de la adolescencia la superará y le hará ver que todavía es una niña, mientras canta el himno del colegio junto a sus compañeros en un autobús de camino a Disney World. 


sábado, 17 de mayo de 2014

Carretera Perdida, David Lynch (Lost Highway, 1997)



Había leído acerca de David Lynch, de la locura y extravagancia de sus películas, pero nunca me había metido en su mundo. Hasta hoy. Y realmente me he quedado fascinado con lo que me he encontrado. Carretera Perdida es una de esas películas que no te deja indiferente. Al leer la sinopsis esperaba toparme con lo que parecía ser un relato de suspense, pero lo que no sabía era que estaba a punto de meterme de pleno en un largometraje totalmente surrealista.

La película nos cuenta la historia de Fred Madison, un músico que aparenta llevar una vida agradable con su mujer Renee, hasta que su rutina se ve acechada por la tragedia cuando empieza a recibir cintas de vídeo con imágenes de su casa (exteriores e interiores) que le inquietan al máximo. Lo interesante, durante el planteamiento de la película, es que Lynch no incide demasiado en la presentación de los personajes, no sabemos más que lo que vemos de ellos y, una vez visto el filme, puedo decir que no le faltaban razones. Fred es un hombre reservado y parece estar preocupado por algo de forma constante, además de presentar una actitud controladora hacia su esposa, que mantiene un papel pasivo y despreocupado. Hasta aquí el filme presenta el típico carácter de un thriller, pero lo que sucederá a continuación romperá con la cotidianidad de la vida de Fred y la mirada atenta del espectador, que cree enfrentarse al típico suspense: en uno de los vídeos aparece él asesinando a su esposa.

En este punto, la tendencia nos lleva a pensar que se trata del típico filme que juega con lo que es real y lo que no a partir del punto de vista de un protagonista no fiable, pero parece que Lynch no se conforma con ello. Lo que sigue a continuación incluye todos lo elementos necesarios para hacer de un largometraje una obra cargada de reflexión. Estando ya interno en la cárcel, Fred Madison desaparece y su celda es ocupada por Pete, que no sabe cómo ha llegado ahí y la historia toma un nuevo rumbo (McGuffin elevado al cubo). Pete es un un joven que parece tener poca relación con Fred, pero poco a poco vemos cómo no es así del todo: dolores de cabeza cuando suena la canción que Fred tocaba en el club, Renee (mejor dicho, la actriz Patricia Arquette) encarnando un nuevo personaje... Todo se vincula de forma gradual a la vida de Fred hasta el punto de plantearnos si realmente se trata de otro personaje o, si por el contrario, Pete es el reflejo del pasado de Fred.

Está claro que en ocasiones no hay que buscar una respuesta concreta a las preguntas que el cine plantea, pero lo cierto es que Carretera Perdida no logra desaparecer de la mente hasta que se encuentra una explicación lógica (incluso parcialmente). Bajo mi punto de vista la película funciona como un círculo vicioso al que le falta una parte y por esa razón no somos capaces de encajar el golpe. El carácter que Lynch le da a la película es, claramente, de libre interpretación y (casi) todo es posible mientras seamos capaces de justificarlo. Fred Madison afirma al inicio del filme que “Me gusta recordar las cosas a mí manera” y puede que esa sea la clave de todo, pues si consideramos a Pete la versión joven de Fred (sin necesidad de ser dos personajes distintos sino representaciones de dos personalidades a lo largo de la vida de un individuo) entenderemos la estructura del largometraje así como una temática basada en cómo el amor por una mujer puede llevar a un hombre a una intensa desesperación e, incluso, a la locura. Pete es un joven rebelde que se deja llevar por sus impulsos, siendo esclavo del deseo que siente por Alice, mostrando una actitud contraria a la de Fred, que parece llevar el papel dominante en su relación con Renee. Cada personaje representa una forma de llevar una relación con la misma mujer de modo que, desde un punto de vista pragmático, Fred ha tomado las riendas dado que en un pasado era Renee/Alice la que tenía el control en la relación. Como reflejo de ello, en el momento en que Alice afirma a Pete que nunca podrá tenerla (tendido junto al coche al lado de la cabaña), éste se levanta convertido en Fred, habiendo aprendido una importante lección: no te dejes llevar por el deseo. Con Fred de vuelta, tienen lugar una serie de hechos vinculados a los celos y la venganza (asesinato del Señor Eddie), dejando claro que la temática principal del filme es el amor, la pasión y el deseo desenfrenado.

El filme se construye a partir de un carácter simbólico absoluto y creo que es una elección muy acertada a la hora de relatar una historia de amor de este carácter. Cuando Pete acompaña al Sr. Eddie a probar su coche, otro coche le adelanta y el conductor se mofa de él, provocando una ira tremenda en Eddie que no duda en embestirle y amenazarle con una pistola. A estas alturas, supongo que no es necesario decir qué simbolizan dos hombres que circulan por una carretera llena de curvas, compitiendo por ir delante. Eddie, al igual que Andy, es el reflejo de los celos y el amor vinculado al sexo (sexo, dinero, poder...), razón por la cual son odiados por los personajes principales en tanto que amenazan sus relaciones.

David Lynch abre un mundo totalmente descontrolado donde nada parece tener sentido, pero realmente me gustan sus métodos. Ha llegado un punto en que tratar el amor en el cine es caer en el relato de una historia prácticamente banal (véase la comedia romántica y los dramas sensibleros), pero Lynch sabe cómo representar una idea a partir de un conjunto de dinámicas simbólicas que avanzan, frenéticas, como alguien que conduce a toda velocidad por una oscura carretera perdida en mitad de la nada.