Filme muy interesante sobre la
historia de un pequeño pueblo protestante
de Alemania en el que se
producen, bajo total anonimato, una serie de sucesos que giran entorno al
secuestro y tortura de sus habitantes.
El profesor de la escuela del
pueblo (Christian Friedel) nos narra cómo cambió la historia de la localidad en
la que vivía años atrás, cuando un día el doctor del lugar (Rainer Bock) es
víctima de lo que parecía ser una broma pesada que le obliga a alejarse de su
hogar para ir a la ciudad y recibir asistencia médica. Desde entonces, el pueblo se verá inmerso en
un proceso de castigo periódico que afectará a todas las esferas sociales de la
villa.
El argumento lleva a cabo un repaso de las vidas de las diversas familias del pueblo, durante el desarrollo de los inquietantes sucesos, mediante un ritmo lento y repleto de detalles que servirán al espectador a la hora de configurar su veredicto acerca de la identidad del culpable. Además, a través de la narración, Haneke desplegará sus reflexiones más habituales,
haciendo uso de la retórica visual para llevar a cabo un ensayo sociológico
sobre la maldad humana en un entorno cerrado, y con posibilidad de ocultar los
secretos más turbios. En ese sentido, bien se puede relacionar el filme con Dogville (2003) de Lars von Trier,
aunque el material del cineasta austríaco muestra un punto de vista más cercano
al thriller.
El largometraje no dejará de lado
la presencia elementos del mundo hanekeano
como la violencia, pues configura el motor argumental del filme, así como su
carácter ensayístico (al estilo de Caché); la moralidad y la ética; y la aparición de los niños como personajes que han perdido su inocencia y son
el origen de una maldad cruel, fruto de una sociedad que ha perdido los valores
éticos más básicos (tal y como vemos en Benny’s
Video). También el contexto histórico es un aspecto relevante dentro del argumento, pues la
historia se sitúa a las puertas de la Primera Guerra Mundial (asesinato del
archiduque Francisco Fernando), un acontecimiento que ajetreará, aún más, el ambiente del
pueblo.
Finalmente, el filme culminará al
más puro estilo de Haneke: dejando aspectos esenciales sin explicación, como
medio para incentivar la reflexión del espectador. No obstante, existen detalles
con cierta simbología que el director pondrá a disposición del público a la
hora de desvelar los secretos de La cinta
blanca.