lunes, 20 de octubre de 2014

"Open Windows" (2014), Nacho Vigalondo.

Hoy en día las nuevas tecnologías han convertido nuestro entorno en un lugar donde la privacidad reside únicamente en nuestro cuarto de baño. La gran mayoría de los dispositivos que utilizamos en nuestro día a día poseen cámaras con las que capturar cualquier instante, exponiéndonos a ser observados por cualquier individuo que haya reemplazado su falta de respeto por la intimidad por conocimientos informáticos avanzados.


Nacho Vigalondo presentaba este 2014 Open Windows, un filme que sustituye las cámaras del cine convencional por las que poseen los smartphones y demás dispositivos similares, teniendo como resultado un largometraje que muestra un gran dinamismo, gracias a una reforzada idea de simultaneidad conseguida a través del uso de múltiples planos que provienen de un mismo medio: la pantalla de un ordenador. Cabe destacar que la idea de Vigalondo de hacer uso de las nuevas tecnologías no es ninguna novedad (el pasado año 2013 descubríamos Hooked Up en el Festival de Cine de Sitges, una película rodada íntegramente con un teléfono móvil), pero si es cierto que dentro del estilo es un material que presenta un minucioso trabajo de montaje que consigue elevar el filme al nivel de cualquier thriller.

El relato se abre de forma ingeniosa, haciendo uso del recurso de “filme dentro del filme”, al mostrarnos una secuencia que forma parte del evento promocional de un largometraje, con la peculiaridad de parecer estar manipulado por alguien que captura instantes del fragmento en cuestión mediante un ordenador. Ese alguien es Nick Chambers (Elijah Wood), un joven obsesionado con la actriz protagonista, Jill Goddard (Sasha Grey), que gestiona  una web con fotografías suyas desde la habitación de un hotel. Más tarde descubriremos que Nick es el ganador de una cena con Jill, pero cuando ésta decide suspender la cita, un misterioso personaje llamado Chord (Neil Maskell) se comunicará con nuestro protagonista mediante videollamadas para sumergirle en un enfermizo juego sin límites.

A pesar de que resulta extraño que sea la pantalla de un ordenador el punto de vista básico a lo largo del filme (en especial para aquellos que aún no la habéis visto), cabe destacar que se trata de uno de sus puntos fuertes, ya que otorga al filme la capacidad de mostrarnos diversos puntos de vista en una sola imagen, a partir de las diferentes ventanas que se abren en el ordenador de Nick, dándole al espectador la posibilidad de elegir qué punto de vista es el más adecuado para cada situación. De modo que, al fin y al cabo, no es sólo el director quién selecciona lo que el público observa, sino que le ofrece varias opciones y la posibilidad de escoger, lo cual resulta interesante para un filme en el que la mayor parte del peso recae en la faceta visual (sobre todo en aquellas escenas que pretenden limitar la información del espectador mediante la supresión de un punto de vista crucial).

Pero desgraciadamente la originalidad que guía al filme hacia un argumento interesante, se ve afectada por los acontecimientos que nos reserva el final del relato, que pondrán a prueba la atención de los más despistados y el criterio de aquellos a los que, como a mí, les resulte un tanto rebuscado (aunque igualmente ingenioso), rompiendo, en cierta medida, con el encanto que mostraba la primera parte del metraje.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             

martes, 7 de octubre de 2014

"Il Gattopardo" (1963), Luchino Visconti.

Pensar en Italia implica, inevitablemente, pensar en toda una tradición artística y literaria dedicada a la búsqueda de la belleza, ya sea en un lienzo o en un verso. Y aunque con el tiempo el arte ha ido cambiando sus formas, el espíritu poético italiano se ha mantenido siempre tan sólido que sería difícil  no detectar un cierto atisbo de su tradicional carácter pasional en un vehículo artístico como el cine.

Luchino Visconti, nos brindaba a principios de los años sesenta “Il gattopardo”, una de las grandes piezas del cine italiano que, gracias a la combinación de la perspectiva histórica y la reflexión filosófica con la presencia del más intenso romance, se ha convertido en un filme indispensable para todo amante de las grandes obras de la historia del cine.

Basada en la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el filme, contextualizado en la conflictiva Sicilia del siglo XIX (Garibaldi y los camisas rojas), nos narra cómo el Príncipe Don Fabrizio Salina (Burt Lancaster) y su familia se ven obligados a abandonar su residencia para refugiarse en Donnafugata, un pequeño pueblo que vive aislado de la realidad común del país. Una vez allí, su sobrino Tancredi (Alain Delon), se enamorará de Angelica (Claudia Cardinale), la hija del alcalde, lo cual traerá consigo numerosos tratos y relaciones de poder entre éste último y el protagonista del filme, que poco a poco se dará cuenta de cómo el mundo que él conocía está cambiando.  


“Il gatopardo” es un filme que no tiene prisa, se desarrolla paulatinamente sin la necesidad de un clímax demoledor que concluya definitivamente el argumento. Y ahí es donde recae el potencial fílmico: Visconti trata el filme con sutileza, llevando a cabo un montaje que guarda tras lo visible su auténtica esencia, razón por la cual exige al espectador una mirada atenta que no se conforme con resumir en la mente lo que ha visto, sino que, por el contrario, indague en la mente de Fabrizio Salina por tal de descubrir el mensaje que el filme pretende transmitir.  


El largometraje toma un pedazo de la memoria de Italia para combinar el valor histórico con un relato ficcional que disecciona la vida del protagonista de forma minuciosa, teniendo como consecuencia la creación de un filme en el que se ponen en juego escenas de géneros diversos que van desde el cine bélico, hasta el drama y el romance, todos ellos tratados con belleza y elegancia. En definitiva, todo un conjunto de rasgos que tienen como resultado un filme cargado de reflexiones que nacen de la mente de un personaje influenciado, probablemente, por su creador.